martes, 29 de diciembre de 2009

Tres hielos bien contados van perdiendo su entereza, abrazados por (cómo no) un whisky cada vez más seco en su odiado escondite, entre piezas de ropa de otro tiempo, junto a un mechero inutilizado e inservible que espera ser reparado por algún experto en el tema y volver a lanzar de nuevo su llama. Un hombre sólo protegido por una triste chaqueta con el cuello levantado cierra los ojos sin sueño mientras apoya su espalda en la silla, robada previamente de otra habitación y colocada con cuidado en el porche de la casa. El hombre parece estar hablando con un tal Coltrane, y aunque nosotros no logremos escuchar nada, él recita con fuerza un salmo, sí, una especie de oración saxofónica que se retuerce como una hormiga al borde de la muerte, y le recuerda su pequeñez en este mundo, su soledad, tras haber visto a sus amigos morir al otro lado de las férreas vías telefónicas. La distancia y su inexorable capacidad para romper cuadrículas mentales; la soledad como vía para el desconocimiento de uno mismo, para la confusión máxima y la tristeza absoluta.

Why so blue, O?

Las notas aparentemente sin sentido se amalgaman con su embriaguez, y para acabar de rematarse, él absorbe la substancia restante en el vaso. El último sorbo. Já. La de reflexiones metafóricas que podrían surgir de esto, reflexiones como siempre sin ningún provecho, sin ninguna conclusión, con las que sólo se acaba odiándose a uno mismo si es que no hay más interlocutores. El hombre continúa su conversación con el muerto mientras deja de existir paulatinamente a medida que el alcohol atraviesa un hígado ya medio muerto y pasa a la sangre y pasa al cerebro y a la mente y al alma, y allí se mezcla a su vez con la nicotina absorbida en grandes cantidades a falta de otras substancias internas que le proporcionen tranquilidad. Mira a su alrededor y se da cuenta de que está lloviendo, ya desde hace un rato, y las viejas zapatillas bajo las que se esconden unos pies castigados por la humedad y los años están completamente mojadas, empapadas no sabe de qué, si de lágrimas divinas, si de un fenómeno meteorológico como los demás o si ha sido simplemente uno de los vasos de licor (entre el tercero y el cuarto) que ha decidido atacarlo y dejar así pruebas de su existencia. Y ni así va a conseguir ese líquido mata-conciencias ser mínimamente eterno, pues desaparecerá a la primera lavada, sin que antes nadie repare en la presencia del punzante olor.


Ya cansa tanta descripción soporífera, tanta reflexión metafórica distribuida en frases largas de textos tan cortos como la inteligencia del que los escribe. Qué hastío, Déu meu. Hasta dónde hemos llegado.

3 comentarios:

gloria dijo...

tinc preguntes a fer-te sobre aquest text.

Anónimo dijo...

hablar asi de coltrane es un medio pecado si no lo has escuchado mas de 2454654 horas

Der Steppenwolf dijo...

no lo sabía padre, yo sólo he llegado a las 245465 horas