jueves, 10 de diciembre de 2009

A una arrogancia

Érase un hombre a un ego enganchado,
érase una arrogancia superlativa,
érase una arrogancia torpe y esquiva,
érase un orador sobrevalorado.

Era un hombre con un espejo a su lado,
érase una humildad desaparecida,
érase un juez de las muertes y vidas,
era culpable de creerse adorado.

Érase un Napoleón de nuestra era,
érase un ego despreciando lo escrito,
de una ególatra y vanidosa manera.

Érase un narcisismo infinito,
muchísima altivez, soberbia tan fiera
que de envidia acusaba cual delito.

1 comentario:

Román Sánchez dijo...

hostia un soneto! bendito seas, a mi nunca me han salido...