sábado, 14 de febrero de 2009

Perquè ets la puta rosa!

La rosa (Josep Palau i Fabre)

Has fet parlar massa de tu, del teu perfum, de la teva beutat. No val la pena! Però que consti, des d'ara, que sempre el meu instint ha estat de fer-te malbé; que t'he esfullat, que t'he premut dins la mà fins a deixar-te sense respiració, que no t'he respectat amb aquella mena d'adoració estúpida amb què t'anomenen els altres, amb què parlen de tu uns quants poetes desgraciats que també has seduït. Ja ens coneixem! Conec bé els teus encisos, les teves arts, la teva perversitat, i no m'arreplegaràs! Tu ets una d'aquelles noies que tota la vida semblen dir-te sí, et donen esperances, van passant temps i et corben l'espinada inútilment. Conec la teva col.lecció de vestits esplendorosos, les teves faldilles innumerables: però les cuixes, no les trobem mai. Ja n'hi ha prou, del teu imperi, de la teva tirania! M'avergonyeix d'haver-me deixat, per un moment, endur per la música del teu rostre. Si et trobo un altre cop et masegaré, com quan era infant, et llençaré a un toll i t'anomenaré pel teu nom veritable, perquè ets la puta rosa!

lunes, 2 de febrero de 2009

Opinión

Tal como dijo hace poco una apreciada amiga, el mundo se mueve por amor, por diferentes tipos de amor.

¿Cómo explicar entonces el odio, la rabia, la tristeza? Pues bien, en realidad es la falta de amor lo que provoca todo eso. Es la falta de algo lo que induce a la gente a revolucionarse, hace que envidie, que desee, que odie. Es la tendencia de querer algo más. Sin querer mezclar en exceso temas sociales o económicos con un asunto puramente moral, en realidad la sociedad consumista en la que vivimos es la que provoca esas ansias. Estamos acostumbrados a recibir lo que pedimos, a tener lo que deseamos y a aspirar a algo más para después conseguirlo. Se incentiva la motivación, pero degenerada en deseo, escaso de auto-realización. Al final, acabamos provocando violencia, que a su vez, lo único que engendra es aún más violencia. Estamos llegando a un punto en el que la violencia no se ve ya contrarrestada por ningún argumento lógico, razón, diálogo o discusión, sino que ve ante sí un enorme e infinito espejo. Que la refleja a ella misma, pero al otro lado se encuentra todo aquello que ha dañado. No es ya una evolución aritmética, propulsada por el aumento de población, sino que es un problema que avanza de manera exponencial, siguiendo la estúpida regla de:

violencia = violencia al cuadrado

Sin ninguna lógica matemática, diréis. Pero es que el mundo no son ceros y unos, no es blanco o negro, sino que está dominado por ese gris incorpóreo que todos sentimos alguna vez.

El problema no es sólo la sociedad, no es sólo la masa; es la naturaleza humana. Es verdad que en una sociedad en la que no existieran todas esas oportunidades de violencia gratuita, en la que no hubiera lugar para todos esos instintos, o como queráis llamarlo, se arreglaría el problema. Sería, realmente, una sociedad perfecta. Pero quién puede conseguir la perfección, ¿no?

Ya se ha intentado. Las dictaduras son en realidad un intento de crear una sociedad completa, segura y unida, pero a través del miedo y la represión. A través de la violencia. Es el caso del ideal comunista, organizado en Rusia de manera nefasta, por el camino del cual se interpusieron esos asquerosos deseos de dominación y poder. Aún hoy son tangibles las consecuencias.


Desde mi humilde punto de vista, el problema base es la educación, no sólo la recibida en las escuelas, recordemos el reciente intento de materias escolares de tipo moralista (y digo 'intento' porque no se puede determinar aún si ha conseguido lo que se proponía). Es también la recibida por el entorno, incluyendo en él a los progenitores, los los amigos e incluso los conocidos. Como dijo alguien una vez, “Eres cada una de las personas que has conocido. Todos los lugares en los que has amanecido. Cada alto en el camino. Todos los caminos que has tomado. Tú eres lo que has visto...y lo que has vivido.”

La gente (me incluyo) debe aprender a leer, a escuchar, a sentir. Si no permitimos que la gente sienta, si no les damos los recursos suficientes para que aprendan a conocer y poder expresar lo que sienten, a conocerse a sí mismos, ¿cómo vamos a conseguir la iniciativa de amar?


Es por eso por lo que luchamos, por crear un nuevo mundo. Con el aroma de frescura que aún conservan las hojas caídas en otoño, pero con la perenne receta que desde hace tiempo venimos diseñando.

¿Imposible? Seguramente. ¿Improbable? Completamente cierto. Pero hay que intentarlo.