martes, 28 de septiembre de 2010

"Of myself forever reproaching myself, for who more foolish than I, and who more faithless?"




El capitán no sabe nadar.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Hastío.

Me gusta demasiado esta palabra, aunque no suela tener razones para utilizarla, sigue volviendo a su hogar, a sentarse conmigo para la cena. Come mucho, devora todo lo que puede encontrar. Frecuentemente ocurre durante la cena que, al volver yo de buscar algo en la cocina, ella ya se ha comido todo lo que había encima de la mesa. Y siempre acabo estirado en el sofá, libro entre manos, con el estomago increíblemente vacío, un doloroso vacío en las entrañas. Sólo me queda el único libro que ella siempre deja a parte, porque no se cree capaz de digerir. Aquél querido libro que siempre me acompaña, y que resiste conmigo entre las ruinas de lo que llamábamos tranquilidad, orden, serenidad.

Jamás entenderé cómo hechos que ni siquiera he vivido, que no son para mi más reales que cualquier novela de Scott Card, pueden trastocar tanto unos cimientos que empezaban a ser ya considerablemente sólidos. Cómo pueden invitar palabras tan horrendas a mi querido y intocable refugio, y soltar las cadenas que las sujetaban, y dejarlas campar a sus anchas por mi hogar, destrozando estanterías, desmenuzando libros, arrancando cuadros, pintura y cemento de las paredes, arañándolas mientras sólo se oyen sus gemidos de bestias salvajes.

Sólo ese libro, sólo ese libro, sólo ese libro, por favor.