lunes, 26 de enero de 2009

Cómo no.


Cómo no. Era ella otra vez.
Ella con sus sabrosos labios y sus ojos inefables, con aquel nosequé que le volvía loco. No podía resistirla, dios mío, ¡era ella en persona! No tenía nada más que hacer que arrodillarse a sus pies, besarlos y después agradecer con mil lágrimas de porcelana el simple placer de haberla visto. Se dio cuenta de que cuanto menos frecuente era algo, más lo apreciaba. Y estaba completamente seguro de que ella aprovechaba esto, uno de sus defectos/cualidades, y jugaba con sus sentimientos. Inconscientemente, eso lo tenía claro. Ella convertía las sonrisas en regalos escasos e improbables, de manera que él se sentía cada día más enganchado a su nueva droga, de género femenino y carácter desbordante. Quería más y más, soñaba y soñaba con felicidad, risa, ternura y serenidad.
Sus humores iban últimamente siempre cogidos de la mano. Caminaban juntos, y allá a donde iba uno, iba el otro. Eran completamente dependientes...bueno, en realidad sólo el de él era el dependiente. No creo que ella pensara en estas cosas. Ella estaba más preocupada de vivir su vida, y según el punto de vista de él, o estaba ciega o simplemente, pasaba del tema. Cómo no, él siempre escogía la primera opción; lo único que le faltaba ahora era perder toda esperanza.


Qué gracioso resultaba el asunto mirado desde fuera. Hasta se le esbozaba una sonrisa en la cara cuando pensaba en sí mismo. Una sonrisa de aquellas que sueltan los niños pequeños cuando ven a alguien hacer alguna tontería. Algunos lo llaman humor ridículo, es decir, cuando una situación nos parece tan ridícula que finalmente...acabamos por reír.

Él piensa que está bien reírse de uno mismo. Ella ni piensa en Él.

sábado, 24 de enero de 2009

Nada


Suspiró. Una bocanada de aire salió de su boca, aire sediento de libertad, de sensaciones e impureza. Ni él mismo entendía como podía llegar a desear impureza, imperfección. Toda la vida había estado intentando llegar a la perfección, curaba cada preciso detalle por pequeño que fuera, y no dejaba nada al azar. Aquél azar que lo había llevado a la nada, la nada más absoluta, mas desolada y aterradora, aquella que todos temen y a la cual nadie tiene el valor de enfrentarse. Nada escasa de certeza, nada llena de inseguridad y auto-exclamación, sin la llama incandescente de la vida. Nada. La vida era lo único que le hacía sentir bien. Saber que vivía, ser consciente de que no podían arrebatarle esa sensación, que aunque muriese, y todos sus recuerdos murieran con él, perviviría para siempre.
Como la simple lágrima que condimenta la tristeza, él era una gota en el océano, escasa, frágil y diminuta.

Últimamente, no encajaba en su vida. Todo aquello que deseaba permanecía lejos de su alcance, mientras a dos palmos observaba aquello que nunca llegaría a querer, que a su vez era muy parecido a lo que deseaba, pero transformado en una horrible y confusa mezcla de...Nada.
Tenía suerte, según algunos. Él seguía pensando que no tanta como podría. Que el amanecer ya no era comienzo. Que aquello del 'Carpe Diem' y 'las olas meciéndose a sus pies descalzos' quedaba aún demasiado lejos para él. Era una imperfección demacrada por el paso de Todo, es decir, el triste reflejo de un cristal deforme que ya no consigue esbozar la realidad. Algo con lo que no había soñado. Porque no sabía ni qué soñar.
¿Por qué desear tanto? Se preguntó. No tenia respuesta a eso, como no la tenía a cuatro mil ochocientos millones de cosas más. Odiaba desear. Pero al mismo tiempo deseaba odiar. Sólo necesitaba descargar su furia, limpiar de una vez por todas el mundo que le rodeaba, y poder gritar que ya no era el mismo, poder susurrarle al viento que amaba sus caricias y que éste oyera su súplica. Pero sobre todo, necesitaba limpiarse a sí mismo, porque sabía que el deseo de odiar era lo más detestable de la raza humana, incluso más que el hecho de odiar en sí mismo. No podía limpiarse sin los demás, y lo sabía, ¡pero aquello era una simple y despiadada locura!! ¡Sí, quería, quería y quería! Completamente enamorado de la vida, aveces ésta le causaba reveses tales que no era capaz de responder, no sabía como reaccionar. Y odiaba eso.
También le habían dicho que se tomaba las cosas tan a pecho que aveces no sabía discernir entre la burla y la verdad, y que reaccionaba con tal aspereza que él mismo se cerraba las puertas de la dulzura. ¡Pero maldita sea, él no sabía comportarse de otro modo! Él era así, así y ya está. Había intentado cambiarse a sí mismo muchas, muchas veces. Y nunca acababa de salir bien.

Por suerte tenía esos momentos que le hacían pensar que todo lo que escribía era una simplificación de la Nada. Y por lo tanto, Nada. ¿Habéis intentado mirar alguna vez dos caras de una moneda al mismo tiempo? Es imposible. Física, social y psicológicamente imposible. Él deseaba quedarse mirando eternamente el borde, el canto. Poder caminar sobre él, edificar su vida entorno al equilibrio de una moneda de pie. Pero al mismo tiempo sabía que por mucho que se esforzase, cualquier soplo de viento sobre el castillo de sus deseos haría temblar la moneda. Y derribarse. Y caer. Y cuando una moneda cae, cae sólo sobre una cara, usualmente la cruz.
Odiaba pensar que eso sólo dependía de la suerte. Odiaba el concepto suerte.
Durante 11 días, 11 minutos y 11 segundos, deseó que desapareciera. Que desapareciera todo. Que quedara Nada.

Y empezar de Nuevo.

lunes, 19 de enero de 2009

Neu II

Tenia fred. En aquella casa sempre feia fred, no sabia ben bé perquè; malgrat que a fora estiguessin a cinc graus sota zero, se suposava que la calefacció el mantindria a una temperatura mínimament suportable. Però no. Allà sempre passava tot a l'inrevés. Quedà abstret, més enllà del vidre de la finestra, mirant la neu caure des d'altures incalculables. Li encantava la neu. Estimava (sí, estimava) aquella sensació quan enterres la mà nua sota un grapat de neu, quan els nervis se't congelen i ja no sents la mà, però la segueixes tenint. És com aturar el curs de la vida, només per un moment. Ja li havia passat més d'un cop, això; no amb la mà, amb persones que ell creia desaparegudes del mapa de les seves amistats, però que curiosament, no havien deixat de donar-li suport. I a l'inrevés també. Com les persones a les que se'ls amputa una part del cos, però continuen sentint-la un temps; la seva ment els hi diu que encara hi és. Però bé, això són coses de la vida sobre les quals ell no podia fer-hi res. Eren només sensacions, simples impulsos elèctrics a partir dels quals estava formada la vida. De vegades sensacions estranyes, desagradables. Però igualment, no podia renunciar-hi. Com tots aquells somnis que el turmentaven a les nits, somnis que quan despertava ja no recordava, però seguien fresques les emocions que aquests havien causat. Fresques i punyents.

Poc a poc, el paisatge esdevingué blanc, cobert de neu i fred. Com estimava allò... Com estimava la seva vida...Ell no era res sense la seva casa, el seu gos i el seu jardí, que a l'hivern es tenyia de blanc per després tornar al seu verd característic un cop arribada la primavera. Tot allò eren els seus petits flocs de neu, delicadíssims i inestables cristalls que constituïen la seva vida; un bell mosaic de llàgrimes congelades per la certesa de saber que res d'allò no duraria gaire. I era això el que el turmentava, que sabia que algun dia tot acabaria. Però al mateix temps, sentia que no podia desfer-se'n, s'hi sentia tan aferrat...

Passats els anys, quan la seva vida superà els 0 graus de temperatura, el seu gos morí, com era d'esperar, i a ell li compraren el terreny on estava edificada casa seva per fer-hi pisos. No recordava ja aquella tarda en la que tot allò que estimava, tots els seus desitjos es fongueren com la neu, deixant només unes minúscules gotes d'aigua, imperceptibles a l'ull d'una persona de la seva edat.

No recordava res, només neu, neu fonent-se eternament, efímera i fràgil. Només neu...

    

sábado, 17 de enero de 2009

"No sé de qué me extraño"

"Okupamos el barrio del olvido. Desde hace ya un rato. Acudimos de tanto en tanto al barrio del miedo, nuestro barrio de siempre, aquél en el que crecimos, el que fuera levantado no hace mucho por políticos, profesores y madres que lo hacían sólo por nuestro bien. Pero nuestro vecindario de ahora mola mucho más. Aquí mandan las marcas, que tienen más dinero y muchos menos escrúpulos.
Y es que la gran alternativa al miedo es el olvido. El nuevo juego barra negocio se llama hacer olvidar. El pasado, los problemas o al vecino, da igual. El caso es borrar la memoria, sustituirla cada dos por tres, convertirla en material fungible y convertir nuestro álbum de recuerdos más personal, encuadernado con piel de gallina, en un triste bloc de post-it notes.
Lo sé porque, durante un tiempo, yo también he sido mercenario de la amnesia. Lo sé porque, de un tiempo a esta parte, lo vengo corroborando. La gente que más rápido olvida es gente de voto fácil, boca abierta y billetera feliz. Es la base de todo consumo. Sustituir viejos recuerdos por nuevas expectativas, dedicar cada vez menos tiempo al debe y mucho más al haber. 
La melancolía, simiente de toda genialidad y romanticismo que antaño tantas buenas tardes nos diera, ha quedado relegada a su papel más injusto de toda la historia, venida a menos como algo triste, absurdo y rematadamente inútil. Estás obligado a mirar palante. Si no, estás ‘anclado en el pasado’. Y a mí que siempre me da por pensar en que si tan malo es llevar ancla, por qué no la eliminarán ya de una puta vez de toda embarcación.
La palabra trampa es ‘nuevo’. Nuevo como eterna promesa que jamás se cumple, porque muere en cuanto se hace mayor. Nuevo como infantil espejismo que se esfuma en cuanto se hace presente, como sinónimo irrevocable e indiscutible de algo mejor. Cuando, digo yo, que no siempre será así. Nadie me avisó de que, a partir de ahora, avanzar exigiría necesariamente quemarlo todo por donde venimos pisando. Ahí está el triste o nulo papel que juegan nuestros ancianos, que empiezan a serlo cada vez más pronto. 
Pues yo me niego, oiga.
Me niego a olvidar. Con la misma fuerza que me niego a ser olvidado por aquellos a los que alguna vez quise. Por la misma razón que me llevó a decidir lo que acabé haciendo. Sentenciaba mi abuela que es de bien nacidos ser agradecidos, y yo me siento muy agradecido a lo bueno y lo malo que me trajo aquí, porque en algún sitio había que estar, y si éste es el mío, es mejor que ninguno, vaya que sí. 
Pero es que hay mucho más. Que me encanta echar de menos. Que es de las cosas más bonitas que pueden pasarme por dentro. Saber que hay algo o alguien que está separado de mí por una distancia o un tiempo insalvables, y aún así, quererle bonito y desearle bien, pero de lejos. Y si encima sabes que es temporal, entonces ya es el no va más. Amar la ausencia del que va a volver tiene algo tremendamente excitante, la de rellenar su hueco con retales de sueño e ilusión. 
Que extrañar tiene mucho en común con extraño. Que si la primera refleja lo que sentimos, la segunda debería indicarnos cómo no sentirnos ante lo que sentimos.
Y al final, este texto, oiga, que vuelve a no decir lo que quería decir.
No sé de qué me extraño."
Risto Mejide

martes, 13 de enero de 2009

Until

If I caught the world in a bottle
And everything was still beneath the moon
Without your love would it shine for me?
What would it all matter if you loved me?

Here in your arms where the world is impossibly still
With a million dreams to fulfill
And a matter of moments until the dancing ends
Here in your arms when everything seems to be clear
Not a solitary thing would I fear
Except when this moment comes near the dancing's end

If I caught the world in an hourglass
Saddled up the moon so we could ride
Until the stars grew dim, Until...

One day you’ll meet a stranger 
And all the noise is silenced in the room
You’ll feel that you're close to some mystery
In the moonlight and everything shatters
You feel as if you’ve known her all your life
The world’s oldest lesson in history

martes, 6 de enero de 2009

Neu

Tenia fred. En aquella casa sempre feia fred, no sabia ben bé perquè; malgrat que fora estiguessin a cinc graus sota zero, se suposava que la calefacció el protegiria del fred. Però no. Allà sempre passava tot a l'inrevés. Quedà abstret, més enllà del vidre de la finestra, mirant la neu caure des d'altures incalculables. Li encantava la neu. Estimava (sí, estimava) aquella sensació quan enterres la mà nua sota un grapat de neu, quan ja no sents la mà, però la segueixes tenint. Ja li havia passat més d'un cop a la vida, això; no amb la mà, però amb persones que ell creia desaparegudes del mapa de les seves amistats, però que curiosament, no havien deixat de donar-li suport. I a l'inrevés també. Com les persones a les que se'ls hi amputa una part del cos, però continuen sentint-la un temps; la seva ment els hi diu que encara hi és. Però bé, això són coses de la vida sobre les quals ell no podia fer-hi res. Com tots aquells somnis que el turmentaven a les nits, somnis que quan despertava ja no recordava, però seguien fresques les emocions que aquests havien causat. Fresques i punyents.

Poc a poc, el paisatge esdevingué blanc, cobert de neu i fred. Com estimava allò... Com estimava la seva vida...Ell no era res sense la seva casa, el seu gos i el seu jardí, que a l'hivern es tenyia de blanc per després tornar al seu verd característic un cop arribada la primavera. Sentia que no podia desfer-se'n, s'hi sentia tan aferrat...


Passats els anys, el seu gos morí, com era d'esperar, i a ell li compraren el terreny on estava edificada casa seva per fer-hi pisos. No recordava ja aquella tarda en la que tot allò que estimava, tots els seus desitjos es fongueren com la neu, deixant només unes minúscules gotes d'aigua, imperceptibles a l'ull d'una persona de la seva edat.

No recordava res, només neu, neu fonent-se eternament, efímera i fràgil. Només neu...

sábado, 3 de enero de 2009

Moltíssimes felicitats, estimada amiga

Marta: Conec parts de tu molt diferents, i cadascuna té moments diferents.
Oscar: Pero no és per hipocresia ni res semblant, simplement tracto d'adaptarme a l'ambient, estar en harmonia amb ell.
Marta: T'entenc perfectament.
{ Sempre ho fas... }

Marta: Per això no t'has de preocupar
Oscar: Tu em canviaries?
Marta: No, ni per tu mateix ni pels altres. Rotundament no.


Tants moments que has estat al meu costat, tantes converses que m'han ajudat, tantes coses que hem compartit i espero que seguim compartint...tots els anys que calgui!!

Moltes felicitats, Marta, un any més, m'has equilibrat.