lunes, 26 de enero de 2009

Cómo no.


Cómo no. Era ella otra vez.
Ella con sus sabrosos labios y sus ojos inefables, con aquel nosequé que le volvía loco. No podía resistirla, dios mío, ¡era ella en persona! No tenía nada más que hacer que arrodillarse a sus pies, besarlos y después agradecer con mil lágrimas de porcelana el simple placer de haberla visto. Se dio cuenta de que cuanto menos frecuente era algo, más lo apreciaba. Y estaba completamente seguro de que ella aprovechaba esto, uno de sus defectos/cualidades, y jugaba con sus sentimientos. Inconscientemente, eso lo tenía claro. Ella convertía las sonrisas en regalos escasos e improbables, de manera que él se sentía cada día más enganchado a su nueva droga, de género femenino y carácter desbordante. Quería más y más, soñaba y soñaba con felicidad, risa, ternura y serenidad.
Sus humores iban últimamente siempre cogidos de la mano. Caminaban juntos, y allá a donde iba uno, iba el otro. Eran completamente dependientes...bueno, en realidad sólo el de él era el dependiente. No creo que ella pensara en estas cosas. Ella estaba más preocupada de vivir su vida, y según el punto de vista de él, o estaba ciega o simplemente, pasaba del tema. Cómo no, él siempre escogía la primera opción; lo único que le faltaba ahora era perder toda esperanza.


Qué gracioso resultaba el asunto mirado desde fuera. Hasta se le esbozaba una sonrisa en la cara cuando pensaba en sí mismo. Una sonrisa de aquellas que sueltan los niños pequeños cuando ven a alguien hacer alguna tontería. Algunos lo llaman humor ridículo, es decir, cuando una situación nos parece tan ridícula que finalmente...acabamos por reír.

Él piensa que está bien reírse de uno mismo. Ella ni piensa en Él.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Molt bo el text, i com ja saps, la foto també m'agrada molt;)

indecision-e dijo...

l'entenc a la perfezione(im(lo vas pillando, lo vas pillando...))

petons oscar:)