sábado, 14 de noviembre de 2009

El Bosque

El tabaco, cuidadosamente envuelto en papel transparente, va consumiéndose en el cenicero. A veces se revuelve entre las cenizas y busca un lugar más cómodo donde posarse. Ese lugar no existe. El vaso, lleno de un licor aún despertándose después de los años de inactividad, refleja la luz amarillenta originada en una antigua lámpara. Y la noche con su cálido manto estrellado enfría las manos como el fuego más puro que la humanidad haya conocido. Con ese aroma a tierra fresca y hierba rociada de frescura, cuyas gotas temblantes, indecisas, empiezan a ver la luz del sol. La noche y su atemporalidad tapan lentamente las desgracias humanas, haciendo fluir la impotencia y la rabia, dejándolas pudrirse bajo una sofocante humedad. Unos ojos marrones, carentes de luz, se pasean por los árboles más cercanos y repasan las tonalidades oscuras de las hojas ya muertas, que esperan caer. Los párpados se cierran durante un instante, y vuelven a abrirse intentando no rehuir la realidad, al mismo tiempo que dejan entrever un leve tono rojizo en la blancura que envuelve el iris.
Cansancio. Pesadez.
Una leve luminosidad le envuelve el cuerpo con una intermitencia continua, mientras deja que el humo penetre sus pulmones, y posteriormente salga con toda naturalidad por los orificios nasales. Es un ambiente cargado, casi tanto como el estado de consciencia de este curioso individuo. Parece moverse lentamente, hundiéndose más aún en la silla, desplazando la espalda aún más abajo en el respaldo. Con ella, sus desesperadas ilusiones descienden hacia las profundidades de un pozo oscuro, ahondándose en la misteriosa niebla que envuelve la noche. Un do mayor completamente desafinado retumba en sus oídos, y él puede incluso saborear la carcoma del piano centenario.
No es un hombre aturdido por sus pensamientos. No está invadido por las preocupaciones, no le acechan sentimientos contrariados. Es un hombre hueco. Es el vacío aquello que lo atormenta. Poco a poco, ha ido avanzando en un proceso de introspección, de auto-observación, que lo ha llevado a obtener ciertas verdades sobre sí mismo. Él tiene la peligrosa costumbre de sentir con extrema intensidad, y más tarde no es capaz de actuar de acuerdo a ello. Leva ya un tiempo, no sabemos cuánto, refugiado bajo el húmedo manto de la melancolía, que desprende un olor áspero, rugoso, pero que al fin y al cabo es una fuente de calor en noches tan frías. Se rige por una serie de impulsos que lo conducen al deseo, a la aversión; al sufrimiento. Impulsos que no es capaz de controlar, que después son objeto de críticas, de monólogos internos de pensamiento, interminables en la vacuidad de la mente. Es incapaz de racionalizarlo, de contrastarlo con otras ideas y extraer conclusiones. Aunque al fin y al cabo se está analizando a sí mismo.
Aunque al fin y al cabo, me estoy analizando a mí mismo.

Poco a poco unos engranajes roídos por el tiempo van despertando en su interior, evocando imágenes sin aparente relación, que aparecen en su cabeza durante una milésima de segundo. Se ve observando el declive del mundo, se ve observando un metro cincuenta con pupilas dilatadas destrozando una cabina telefónica; una barra metálica sostenida por unas manos repletas de anillos brillantes, acompañada por una sucia sonrisa flanqueada por orejas agujereadas con aros de falso color plata. Ve una cruz, sí, una cruz cristiana colgando de uno de esos aros, totalmente corrupta, carente de sentido acompañada de pura violencia. Se ve a sí mismo en ese momento, mirando al infinito, ignorando las barbaridades que presencia por miedo a crearse enemigos peligrosos. Se ve, ya más tarde, con el ordenador sobre unas piernas cruzadas en posición natural, tecleando una combinación de letras también sin sentido para intentar canalizar lo que siente. Para intentar, aunque sea un tanto imposible, racionalizar lo que pasa por su cabeza.
Se ve Kafka Tamura, recogiendo la mochila previamente abandonada. Pero él no encuentra el camino para escapar del corazón del bosque, unas profundidades demasiado tenebrosas para una mente carente de luz. Él sigue mirando atrás cuando intenta huir del infierno, sigue quedando petrificado cada vez que observa el amor utópico, esquivándolo como la niebla que lo rodea. Sigue muriendo bajo la apariencia de una vida triste y desalmada. Bajo la rutina. Bajo la Desgracia.

domingo, 8 de noviembre de 2009

I wish...

But I'm a creep.









I don't belong here.