domingo, 16 de noviembre de 2008

Monólogo del pensamiento

- Tranquilo, amigo, todo se arregla.
- No, hay cosas que definitivamente no pueden arreglarse. Qué me dices de los inválidos, a los que se les ha amputado una parte del cuerpo. Los que han muerto. Los que nunca volverán.
- ¿Entonces según tú “arreglar” algo es convertir lo que ahora es malo en algo bueno, no? ¿Pero has pensado alguna vez en definir bueno? ¿Has siquiera reflexionado sobre lo que puede ser considerado como malo?
- ¡Joder, es de sentido común! Ningún daño puede ser vuelto atrás. Ninguna ofensa, nada. Absolutamente nada. Porque siempre quedan esas finísimas espinas clavadas en el corazón…
- No estoy de acuerdo con eso. Es verdad que todo deja cicatriz, más o menos visible, pero el problema no reside en ese hecho. Las heridas te hacen crecer, las cicatrices no son más que recuerdos de lo que has sido, de lo que has vivido. Cosas que pese a todo, ya no existen.
- Pero lo más importante y difícil es llegar a ese punto. Para ello debes destruir todo aquello que te causa ese daño, quemarlo hasta convertirlo en cenizas, y dejar que se lo lleve el viento.
- Dejar que todo ello se lo lleve el tiempo.
-¡Maldita sea, el tiempo no arregla nada! Sólo actúa sobre lo más superficial, enfría los sentimientos, y la rabia es verdad que no vive bajo bajas temperaturas. El hecho es que hay sentimientos demasiado profundos, que con el paso del mismo tiempo, han ido adentrándose en tu mundo, lo han ido pudriendo, y con ello, todo lo que te rodea.
- Cuando esos sentimientos son creados, ya has perdido, muchacho. ¿Entonces, piensas que todo aquello que no deseas, debes destruirlo? En mi opinión lo que a ti te sucede es que desprecias demasiadas cosas. Conviertes cualquier gesto, cualquier argumento, en algo negativo. Eres demasiado pesimista.
- ¡Y tu demasiado optimista! Yo no siento rabia. Ahora no.
- ¿Entonces que sientes?
- …
- ¿No lo sabes? ¿O no sabes describirlo? Nunca te has planteado que lo que a ti te está pasando, que el deseo de que lo malo deje de existir también lo siente otra gente, supongo. Debes creer que eres único. Y es verdad, lo eres, pero tus pensamientos no son únicos. Nada en este mundo es propiedad de una sola persona. En el fondo, todo es compartido. Tu casa no es sólo tuya, sino también de todos los que alguna vez la han visitado. Todos aquellos que abrieron cajones del armario de tu mente.
- Pero ese no es el problema. Lo que pasa es que el hecho de querer arreglar algo, muchas veces, no es simplemente para que sea mejor. Es para que la persona que siente la necesidad de hacerlo pueda estar en paz consigo misma. Sólo consigo misma. Es un sentimiento tan egoísta que no consigue llegar a la raíz del problema, que sólo busca pulir superficialmente la imperfección que tú representas. En el fondo, es sólo para su propio beneficio.
- ¿No podrías considerar la posibilidad de que fuera un error? Podría ser todo un simple y penoso malentendido…
- No fue casualidad.
- Te recuerdo que tú vives por casualidad.
- No, no…no es verdad…
- Imagina todas las situaciones que se han tenido que dar para que tú nacieras. Empecemos desde hace tiempo. La raza humana en sí es una consecuencia de una seria de casualidades, de cambios genéticos, errores, que han decidido convertirnos en lo que somos.
- Fue la evolución.
- Sí, puedes llamarlo evolución. Pero el hecho de que pasara en un preciso momento, con un determinado individuo, también ha condicionado, a la larga, que tú vivas. Fue un espermatozoide, y no otro, el que fecundó un óvulo, y no otro. Así que, acéptalo. Tú, en el fondo eres un tremendo y profundo error. Pero son los errores los que forman la vida.
- El problema reside en que los errores no benefician a nadie.
- No a simple vista. Pero sí más tarde, te lo aseguro.
- A mí no me benefician.
- Seguro que sí, lo que pasa es que no te das cuenta. Y te recuerdo que el  beneficio propio acaba convirtiéndose en beneficio común. Si tú te sientes bien, él se siente bien, ella se siente bien, ellos se sienten bien. Y al final, nosotros podemos hacer huir la niebla que no nos deja ver más allá de nuestro propio ombligo.
- No existe dicha niebla.
- Es que, si lo piensas bien, en realidad nada existe.