sábado, 6 de junio de 2009

Perdón, ¿te he salpicado?

Ahogar las penas en tabaco. En droga. Qué mal suena eso. Y qué poco desafortunado que soy, comparándome con mucha otra gente, gente que sigue ahí, de pie a pesar de todo. Y yo estirado en el suelo viendo girar el mundo a mi alrededor.
Quién sabe, igual debería probar una temporada de ludopatía. Porque lo del amor no se me da muy bien. Siempre sale todo del revés; sólo confío en mi mismo cuando ella confía en mí. Y cuando soy yo el que confío en ella...¡paf! Aterrizaje forzoso; señores pasajeros de mi corazón, siento comunicarles que el avión se ha estrellado. Si es que no tengo remedio, al final acabo pensando que mi motor estaba averiado incluso antes del despegue. Ah, por cierto, ¿cuál es el despegue en nuestras vidas? El nacimiento, dirán muchos. Pues aunque sea triste, creo que pocas veces despegamos. La mayor parte de nuestra vida es una continua cavilación sobre quién queremos ser, y una vez éste asunto está resuelto, aparecen las dificultades del montaje. Puede llegar a ser muy difícil ensamblar todas y cada una de las piezas del 'nuevo Yo'. Aún así, es el ineludible ajuste interno por el que todos debemos pasar; del interior hacia puntos aún más internos que la conciencia racional. Supongo que es una manera de controlar las partes más profundas de la mente, y por controlar no me refiero a reprimir, sino a tolerar, apreciar, y saber escoger. Oh, escoger. Una palabra clara como el agua, sin discusión posible, pero difícilmente asimilada por algunos. Y no saben lo que se pierden.

Sigo con la costumbre de pensar en lápiz. Como si lo que escribiera tuviera suficiente valor como para ser conservado...qué ilusos somos algunos. ¿Cómo había empezado este vómito? Ah si, ludopatía, aviones, escoger. Tan divagativo como siempre. En realidad,
todo lo lo que escribo es el eterno vómito de una parte de mi mente, tan racional que sólo contempla el tiempo como reflexión, como pensamiento. Es triste, lo sé. Pero es lo que hay, y si lo leéis (si es que alguien lee), es que os gusta. Y eso es aún más triste.

3 comentarios:

Román Sánchez dijo...

ya he tenido la oportunidad de hablar contigo, pero me tomo la libertad de repetirlo: si esto es vómito, ojalá todos los vómitos fueran tan maravillosos.

es raro, pero es cierto,
que la gente aprenda de esta humildad, muchas veces confundida con la prepotencia... esto, señores, es humildad (y una vez aquí, lo que os sale es un sentimiento de envidia y es a eso a lo que le llamáis prepotencia)

Anónimo dijo...

Toda gota, por pequeña que sea, siempre salpica.

Anónimo dijo...

Pues sí Óscar, queda raro dicho así, pero yo también opino como Román, vomitas maravillosamente.
Y también creo que pocas veces despegamos, pero eso hace que cuando lo hagamos sintamos algo tan especial volando por nuestro estómago.