lunes, 16 de marzo de 2009

Camino

   Con un cigarrillo en la mano, James se desplazó lentamente hacia el sofá, colocó un cenicero a su lado y puso los pies encima de la mesa. Delante suyo se encontraba la chimenea, aquella vieja chimenea que resistía intacta a pesar de los años que llevaba en aquella casa. Ni un palmo de pintura descolorida, ni una sola señal de quemaduras o cualquier otro tipo de incidentes; siempre la habían cuidado, ya que, según su abuelo, era lo único de valor que contenía aquel conjunto de piedra, hierro y cemento. Y es que su abuelo, aún con las experiencias de la guerra en mente, no necesitaba más que un plato de sopa y un buen fuego para calentarse. Con eso ya era feliz.
   James, que había pasado gran parte de su vida en internados, escuelas, bibliotecas y salas de estudio, no sabía nada de la guerra, de los hombres ni de la vida. Su abuelo siempre había cuidado de él, y no le había sido necesario ir a la guerra, o a trabajar. Había crecido entre libros, encerrado en la biblioteca de casa, cosa que su palidísima piel corroboraba con certeza.
   En realidad, sí que sabía algo de la vida, sabía lo que ponían sus libros, todo aquello que gente mucho más inteligente, capacitada y motivada que él había escrito alguna vez. James sabía tesis, argumentos y respuestas casi palabra por palabra, y se sentía orgulloso de ello. Pese a todo, tenía algunas dudas vagando por su mente desde hacía ya unos años, provocadas por ciertas lecturas que expresaban ideas diferentes de lo que él había leído anteriormente. ¿Por qué unos decían 'cero' y otros decían 'uno'? ¿No se suponía que la gente debía decir la Verdad? Pero ni él sabía lo que era la Verdad. Según lo que había leído, podía incluso haber más de una Verdad, es decir, verdades diferentes para cada una de las personas que habitan el mundo. Pero entonces, ¿cómo definir 'bueno', cómo definir 'malo'? ¿Cómo discernir entre blanco o negro? 
   James recordó el instinto, la práctica, la experiencia; todo aquello que él no tenía. Entendió que la combinación entre teoría y práctica es lo que le llevaría en todo caso, al Conocimiento. Combinando la moralidad que los libros le habían enseñado y la concentración y dedicación que obtendría practicando, llegaría a la tan ansiada Sabiduría. De shila samadhi a prajna
   Consistía en estar por encima de esa dualidad, por encima del deseo y la aversión, del apego o la repulsión. La felicidad que tanto había buscado...y se encontraba increíblemente cerca. Cerca...pero más lejos de lo que nunca se había desplazado.

2 comentarios:

Román Sánchez dijo...

gassho

Anónimo dijo...

soy yo o esto a cambiado un poco?
esto del budismo siempre me ha parecido bastante sorprendentee..
besos