domingo, 30 de mayo de 2010

Pauline

Entre madera podrida
y tabaco seco,
se me aparece un olor
de ese beige claro
que acaricia las mejillas
y presiona suavemente los tímpanos.

Imponiéndose por encima del lodo
surge magnífica
una luz anaranjada
con sabor a sal
que me encadena entre las nubes
y no me quiere soltar.

Y es ese instante,
sólo una reluciente gota
de memorias perceptivas.

Pero ¡ay! qué bonito
es tenerte al lado
a estas horas de la noche,
aun sin poder acariciarte.

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